Carta de despedida

Supongamos que esta es una carta de despedida.

Supongamos que esto es lo que te diría si pudiéramos mirarnos a los ojos.

Me gustó compartir con vos el tiempo y el espacio.

Lamento habernos cruzado en distintas etapas de nuestras vidas.

Vos inconcluso, yo ansiosa.

Vos con tus reglas, yo con ganas de romperlas.

Quiero agradecerte, por acompañarme.

Quiero decirte gracias por cosas que ni siquiera vos sabés.

Quiero creer que el amor es algo más simple. 

Algo incremental, de menor a mayor y no al revés. 

De mensajes no enviados




Que mal acostumbrada estoy ahora,
todas las mañanas agarro el celular esperando
un nuevo mensaje que ilumine mi día.
Obviamente, no deseo tu desvelo.
En tal caso, me gustaría compartirlo.

¿Qué haría?

Aprovecharía un descuido tuyo.
Te pediría que habláramos un rato separados del mundo que nos rodea.
Te miraría fijo a los ojos.
Esperaría que el corazón bajara las palpitaciones.
Tomaría aire.
Tomaría un trago.
Volvería a mirarte fijo a tus ojos claros.
Esperaría que el vértigo me llevara a vomitar algunas palabras como:

Me gustas. Ya sé que estás en otra, pero me gustas. No puedo dejar de mezclar situaciones y leer entre líneas cosas que no son. Mucho más no puedo decir. Lejos de mi está complicarte la existencia, pero tengo que ser sincera, con vos y también conmigo. Me encantás. Tanto que me acerqué a mi diccionario a buscar el significado de esa palabra. Me gusta usar la palabra justa. Y esa es la palabra, porque es como si me sometieras a un poder mágico, como si al leer un mensaje tuyo, verte o solo escuchar algo de vos, todo el espacio pareciera iluminarse. (Suspiraría). Sos hermoso.Cuanta cursilería, perdoná.

Cerraría los ojos.
Te daría un beso en la mejilla.
Me iría, no sé adónde, pero trataría de evitarte tratando de abrazar el sinsentido de todo lo que dije.
Sinsentido por vos. Sinsentido para vos. Llenas de sentido para mí. Un poco meditadas y rumiadas en un sin fin de paradas de colectivos, viajes de subte y noches de insomnio. Si, porque te metiste en mis sueños, perforando ese espacio que, por un tiempo, fue mi único refugio para evitarte. Pero eso también se terminó.

A esa barba

Emergiste de entre el público. No eras una figura más, donde no esperaba encontrarte. Vos no lo sabías, ni lo sabes, pero tu sonrisa sobresalía entre todas las que poblaban esa platea. Brillaba, iluminando el espacio.
Dudando de tu presencia y, pensando en alguna ausencia me acerqué, lejos del silencio que me atravesaba, cercana a la bulla de mi personaje y toda la adrenalina que corría por mi cuerpo. De esta manera te hacía más presente, tan presente, que desde ese momento te hiciste un espacio en mi cabeza, del cual no puedo (y pareciera que tampoco quiero) sacarte. 
¿Por qué te sentaste ahí, solo, al final? Por mí, sin dudas, y debería hacerme cargo de eso. Pero dudo, porque al dudarte, evito expectativas que siento más reales de lo que podría imaginar.
Te pienso y te me venís a la mente en diversas formas y situaciones. En todas compartimos tiempo y espacio, resonando un nosotros. Se me eriza la piel y se me cierra el estómago.
Podría compartir con vos miles cosas que acumulé con los años de cruzarnos y que, dado el tiempo de maceración, al salir podrían asustar. A mí me asustan, me asusta verte ahí, pensarte acá. Me asusta que nunca vayan a irse, pero tampoco la solución es la migración, poner los pensamientos en otro. Esto es así. Está acá. Es real. Tan real como tu compañera y tan real como mi soledad. Pero cuanto de esta realidad que, en lo cotidiano nos abruma y nos aplasta, nos llevó a cruzarnos, para asimilar y endulzar el día a día.
Hoy, entre una de las tantas veces que te pensé fue en la mañana. Me desperté y sentí el vacío de mi lado derecho. Te imaginé completándolo y te acompañaba entrelazando mis piernas con las tuyas, mientras mi cabeza descansaba en tu pecho contando los latidos de tu corazón, pensando por quién bombeaba esa sangre.
Solo te sentiría, guardaría el sentido de la vista para más adelante. Me limitaría a sentir, a dejar que mi piel se invada con tu calor y atesorar la situación que acontece en cada milímetro de esa cama, que quedaría vacía en tan sólo un instante, con tu rápida partida.
Podría llenar muchas más hojas pensando en vos, que haríamos, que te diría, lo que compartiríamos en otra realidad, en otro tiempo. Cómo te invitaría a dejar todo de lado y vérnosla cara a cara con un cuaderno vacío, con un viaje abierto, con una cámara sin fotos, armando nuestros propios recuerdos, que hablarían más de nosotros como individuos que de nosotros como complementos.

Pensativa


Pensé en escribirte.
Estoy pensado en vos. Me gustaría que estuvieras acá. Que despiertes conmigo. Quedarnos todo el día en la cama. Mirar el cielo, abrazados. Sorprenderte en la ducha. Volver a la cama. Eso. Abrazados y compartir el tiempo.
Desistí de escribirte.
Nos cruzamos.
Pero ahora estamos paralelos.
Para mí. ¿Para vos?



Pour vous

La realidad


La noche había llegado, tras el breve rocío que mojaba el pasto que jugaba a ser alfombra bajo sus pies.
Se recostó y miró las estrellas. Decidió contarlas. No había mucho más para hacer. Tras unos minutos de la inagotable labor, la abandonó.
Pensó que era mejor jugar a unir los puntos, y preparar dibujos con cada uno de esos brillos que colgaban del cielo.
La realidad se volvió difusa y era lo que buscaba. Esperaba por unos minutos (al menos) escapar de su alrededor de lo que, en realidad, no podía escapar.
Cerró sus ojos esperando caer en la realidad de estar en un sueño. La realidad otra vez se acercó y le despertó.
Al fin de cuentas, que se puede hacer con la realidad. Es vivirla o soñarla.
Soñarla mientras la vivimos.

Pour vous

Lectora subterránea




Él, enfundado en su ambo, recibe un mensaje desde un número no agendado, a lo que responde: el amor es amor no tiene medida

Yo, llena de impunidad, me quedo con el interrogante, de quién es ese amor sin medida que no agenda en su celular