Escape perfecto


Ella se bajó del auto, casi huyendo de ese encuentro casual… aunque no creía en las casualidades. Escapó. Se escapó. De nuevo. Zafó. Se zafó. Nuevamente. Le costaba tanto escaparse, que sufría más el escape que quedarse.
Ella disfrutó cada minuto que duró aquel abrazo disfrazado de excusa para una foto. Una foto que, por suerte, demoró más de lo previsto en salir como debiera. Quietos, ambos, disfrutando cada segundo. Quietos sin más que una mano en la cintura y una cabeza apoyada en el pecho. Sin más que eso, pero sin embargo, hay algo ahí de lo que no pueden zafar. O ella no puede.
Ella y su cabeza libran una batalla. Quizás con un poco menos de su miedo y más de sus ganas (las de él) ella cedería. Ambos se juegan mucho, o demasiado poco. Ella más de lo que aún él podría imaginarse.
Ella no deja de preguntarse, con una nueva batalla, con ese miedo hacía él. Con ese miedo a sí misma.
 
“La vida eterna solo dura un rato y es lo que tengo para estar contigo”
 
 

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