Navegando en alta mar.

Esa fresca brisa de una mañana fría de primavera rosa mi anverso y me envuelto permitiéndome volar alto, más alto de lo que alguna vez me había permitido soñar. Me elevé hasta lugares a los que esperaba llegar.
Sin querer, en este vuelo mágico rosé algunas personas. Algunas supieron comprenderme. Otras, en cambio, no pudieron entender este viaje sin sentido y sin destino.
Flote y flote, con esa pequeña sensación de libertad que regala el viento cuando golpea de frente y sin avisar. Comencé el descenso cuando la velocidad de los autos freno mi viaje que parecía no tener fin. Fui bajando y bajando, hasta rosar el asfalto caliente por el sol que me abrazaba ese mediodía. Un despegue más, pero esta vez gano poca altura… quiero levantar, me esfuerzo un poco más pero el transito que me enfrenta me gana y logra que mi reverso se ubique entre las dos líneas amarillas que dividen los carrilles.
Estaré seguro acá? Ningún auto me debería tocar. Creí que había encontrado un lugar seguro y no me abandone más a esa brisa que no cesaba de invitarme a viajar.
Veo una luz de frente, siento un ruido muy estridente. Se aproxima más y más. Espero con esperanza una ráfaga que me lleve a soñar. Sin embargo esa rueda cada vez está más cerca. Me despido. Me alejo. Quizás cuando me reciclen cambie mi destino.

No hay comentarios.: