Un antiguo cuento chino narra la historia de un anciano que cosechaba sus tierras bajo el calor del sol. El hombre tenía un fiel caballo que lo ayudaba a cultivar sus campos. Cierto día el caballo vió la puerta del establo abierta, amaba a su amo pero su instinto animal era más fuerte, las montañas estaban cerca, los ríos, pastizales y paisajes a los que sólo veía de lejos le llamaban. Su impulso pesó más que su obediencia y sintiendo el olor a libertad, huyó.Al día siguiente, al ver el establo vacío, el anciano miró resignado su destino y se dirigió a su faena diaria, esta vez, solo.Un vecino (de esos chismosos que nunca faltan, aún en esos tiempos y en ese país) se acercó al anciano y le dijo: "pero qué tragedia, qué mala suerte, ahora ....¿cómo cultivarás tus tierras?" el anciano contestó: "¿Buena suerte?, ¿mala suerte?, ¿quién sabe?".Una semana después el caballo regresó a su amo, no iba solo, en su viaje conoció a una manada de hermosos caballos salvajes que decidieron acompañarlo y conocer al amo del que tanto les había contado. El anciano recibió con gusto a su viejo amigo y a sus compañeros.Al pasar por las tierras del anciano el vecino se sorprendió al ver que aquel caballo había regresado acompañado de un buen número de equinos. Se dirigió al anciano y lo felicitó por su buena suerte. El anciano nuevamente le dijo: "¿Buena suerte?, ¿mala suerte?, ¿quién sabe?".El hijo del campesino, intrépido jovenzuelo no resistió la tentación de subir a uno de los caballos salvajes en su afán de domar a la bestia, el chicuelo cayó quebrándose una pierna.Al enterarse de lo sucedido el vecino fue a la casa del anciano y le dijo; "¡caray, pero qué mala suerte!". El anciano una vez más respondió: "¿Buena suerte?, ¿mala suerte?, ¿quién sabe?".Una semana después, el ejército entró en el poblado donde vivían, y casa por casa reclutaron a los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron que el hijo del anciano tenía una pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Buena suerte?, ¿mala suerte?, ¿quién sabe?.Cuando se aprende a confiar en el destino y se acepta que las cosas tienen una razón de ser, se descubre que siempre se tiene buena suerte. Nuestra limitada línea del tiempo no nos permite ver más allá de nuestras narices, lo que ahora parece mala suerte es muy probablemente una "Buena suerte" que entenderemos en un futuro
Tomado del libro "Sadhana, un camino de oración", Anthony de Mello (1931-1987).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario