Era lo que me falta escuchar. Como una oyente silenciosa la realidad otra vez me sorprendió.
Te había dejado pasar pero vos ni siquiera querías llegar. No pediste permiso, no miraste en mis ojos, no entendiste mis señales.
Otra vez el mismo error. Una vez más. Ya perdí la cuenta. Duele, pero yo me pregunto: es plausible acostumbrarse al dolor? Al dolor de una nueva decepción. Al sentir que siempre apuesto al número equivocado, al estar en el momento justo en el lugar equivocado.
Levanté vuelo con un empujón silencioso, ausente e imprevisto, aún para vos. Volé, un día a la altura de tu boca, otro a la altura de tus ojos, llegué a tu cabeza y cuando ahí pensé en hacer mi nido, un golpe de realidad me bajó hasta tu corazón, aún dormido en brazos ajenos.
Tendría que haber leído mejor tus miradas, pensado mejor tus palabras y disfrutado tus silencios. Tendría que haberte esperado sentada mirando a mis costados y respirando otros humos.
Podría haberte amado con mis diferencias y tus semejanzas, con mis chocolates y tu arrogancia, con mi decadencia y tu esperanza.
2 comentarios:
Volar... volar... No importa qué tan alto lleguemos, ni cuánto tironee la realidad. En algún momento, en algún lugar, nos sentiremos cómodos para anidar nuestros sueños.
Publicar un comentario